Artículo de agitación.org (Versión en valenciano en la fuente original)
Casi tres décadas después de su asesinato, la película ‘La mort de Guillem’ narra la lucha de la familia del joven valenciano por esclarecer la verdad de su asesinato, generando un verdadero debate social entre el antifascismo

Con el reciente estreno, el pasado agosto, de la película “La mort de Guillem”, dirigida por Carlos Marques-Marcet, el movimiento antifascista del País Valencià ve cumplida una reivindicación histórica: la puesta en valor de la verdad de su asesinato y de la farsa judicial que se llevó a cabo en los juzgados de Castellón. La película nos hace revivir a través de la pantalla aquella fatídica madrugada del 11 de abril de 1993, donde el fascismo encarnado en la figura de Pedro Cuevas, junto con otros miembros del “Komando Marchalenes IV Reich” asesinaron por motivos ideológicos a Guillem Agulló en la localidad de Montanejos. A lo largo de la película, a través de los recuerdos de sus allegados y de referencias culturales de la época, podemos ver de forma clara la figura de Guillem: militante de la organización de la izquierda independentista Maulets y parte del movimiento SHARP (Skinheads Against Racial Prejudice) Burjassot. Con esto ya podemos tener claro que Guillem era un joven implicado políticamente con la causa del antifascismo, el antirracismo y la autodeterminación.
Sin duda, la película tiene la clara intencionalidad de visibilizar la lucha de la familia Agulló-Salvador por la reparación de la verdad sobre el asesinato de su hijo, echando por tierra todos los relatos denigrantes de la derecha valenciana sobre la figura de Guillem. Otro de los elementos claves, lo encontramos en cómo se representa a las instituciones del Estado y al poder político de principios de los 90: el felipismo estaba en las últimas, completamente desprestigiado, pero sin embargo defendía la idea de que en la nueva y moderna democracia española, los crímenes de odio ideológicos y las organizaciones de fascistas eran algo irreal, cosa del pasado. Curioso pretender vender esta idea, cuando tras más de una década desde el inicio de la transición, tanto la policía, como la justicia no habían experimentado ningún cambio. De hecho, se cifran 188 muertes entre 1975-1983 solo a manos de los aparatos de seguridad del Estado. El único cambio que experimentaron estos cuerpos represivos fue el nombre de la institución. A esto le sumamos la violencia continuada por parte de los grupos fascistas, la matanza de los abogados de Atocha o los asesinatos de Miquel Grau, Andrés García y Mariluz Nájera, que entre muchos otros fueron víctimas de estos grupos.
Pero la película no solo evidencia y denuncia la falsa transición institucional del franquismo, además nos muestra todos los fraudes cometidos durante el juicio: las verdaderas humillaciones contra los testigos del suceso o cómo salieron falsos testigos de la nada. El caso no dejó indiferente a nadie. Claramente nos encontramos ante una farsa judicial amparada en los podridos restos de las estructuras judiciales franquistas. Se cambió el edificio, pero los muebles seguían siendo los mismos. Esta metáfora puede ejemplificar lo que fue la transición en el aparato judicial español.
No es la única conclusión a la que podemos llegar: principalmente lo que esta cinta y todo el fenómeno que ha despertado demuestran es la certeza de que Guillem se ha convertido en un símbolo con un anclaje tremendamente potente en la memoria colectiva. Solo tenemos que observar el poderoso 9 de Octubre de 2018, donde 15.000 antifascistas se organizaron en las calles de València ante el odio y la barbarie fascista con consignas como la de “Guillem Agulló ni oblit ni perdó”. En ese preciso momento, en la fuerza colectiva que fue capaz de movilizar y canalizar el movimiento antifascista del País Valencià, vimos el latido inmortal de miles de Guillems, como bien narra la letra de Xavi Sarrià en la BSO de la película.
Enlace a la canción «No s’apaguen les estreles» de Xavier Sarriá
Este fenómeno atestigua que el legado de Guillem sigue más vivo que nunca entre la juventud obrera, y que, aunque aquella escoria fascista nos lo arrebatara, jamás podrán arrancarnos sus ganas de luchar y su ejemplo para con la causa antifascista. En estos momentos en que se vuelven a escuchar consignas que representan tiranía y opresión, es la hora de no retroceder, de avanzar en la organización del movimiento antifascista y en la construcción de poder popular, de seguir adelante por ellos, por Guillem, por Miquel, por Andrés, por Mariluz, por todos los hijos de la clase trabajadora. Ni el viento más huracanado de la reacción será capaz de apagar la estrella que se ilumina en el firmamento valenciano desde el 11 de abril de 1993.
Guillem Agulló, ni oblit ni perdó.